Para regentar un kiosco de prensa es fundamental mucho amor por los espacios reducidos y ser un rey del temple torero a la hora de tratar con la clientela, que la hay de todas las ganaderías y pelajes. Poseyendo estas cualidades, el quiosquero puede salir tranquilo al ruedo de todos los días y desplegar su arte, primero saludando al respetable y luego alegrando por chicuelinas a ese cliente que había perdido la esperanza con aquel fascículo atrasado que no llegaba ni a tiros y que por fin se ha dejado ver como el hijo pródigo.
El quiosquero no solo tiene que levantarse a la hora en que los gallos profundizan en la fase REM, también tiene que soportar como el gran Amundsen las bajas temperaturas del invierno granadino mientras coloca las revistas y periódicos que luego el transeúnte comprará o no comprará, ese es el dilema. Otra prueba de resistencia es la llegada por toneladas de esas inútiles colecciones que vienen pegadas sobre un cartón gigante. A semejante coñazo histórico hay que añadir el arsenal de loterías, chuches, tabacos, gomas de mascar y hasta gomas de poner que el quiosquero tiene que ofertar para que la cosa salga rentable, porque entre la pandemia y el crecimiento incontrolado de «intelectuales» que piensan que los periódicos, las revistas y los libros muerden al abrirlos, el negocio se les ha convertido en una especie de fuerte defendido por el general Custer.
El quiosquero es el moderno Robinson Crusoe de nuestras ciudades.
Destacaré a uno de los robinsones más queridos y populares de la ciudad, don Antonio Gonzalo Rodríguez «Chalo». Paco Bartolomé es su heredero, pero también es un señor. Es generoso en afectos, pero al ofrecerte su amistad no descuida el buen servicio y se interesa de corazón por ese número que no mandan y que te tiene coja la puñetera colección de «Mis coches antiguos». A Paco le dieron una paliza hace unos meses, a plena luz del día, delante de su quiosco y sin venir a cuento. ¿Qué le está pasando a esta ciudad?
Paco es uno de esos seres imprescindibles que hacen más amable la vida y Plaza Nueva. Hace que no lo veo siglos, desde que soy padre, pero es mi amigo y lo aprecio, como aprecio a todo aquel que es capaz de abrir su quiosco para vender la información impresa en la verdad del papel.
Paco y todos los quiosqueros granadinos todavía tienen un papel muy importante en nuestra sociedad: el papel prensa.
Fuente: ideal.es